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La llama olímpica se dopa

Seamos precisos: quienes se van a dopar son los alpinistas chinos que han recibido la misión de llevar la llama olímpica hasta la cima del Everest. Porque lo intentarán ayudándose de botellas de oxígeno suplementario. Así que los próximos Juegos ya empiezan con un evidente caso de dopaje, por más que las autoridades no lo tengan contemplado como tal. Reinhold Messner, el primero en subir al Everest sin botellas, fue meridiano al asegurar que enfrentarse a esta montaña usándolas le quitaba muchos metros de altitud y aún más en cuanto a su dificultad. Por no hablar del informe de la Agencia Mundial Antidopaje asegurando que el enriquecimiento artificial con oxígeno de la sangre constituye dopaje. Menuda forma de empezar los "Juegos más limpios de la historia". Al parecer, ya ha comenzado el trabajo en el Everest de la numerosa expedición china con la instalación de cuerdas y demás parafernalia que asegure el éxito que les exige su gobierno... dejando de paso un enorme rastro de basura. El gobierno chino ha decidido cerrar la montaña a cualquier otra expedición hasta que su antorcha no haya llegado hasta la cima del mundo.

En Nepal, donde estoy en estos momentos, me han asegurado que se plegarán a los deseos de su todopoderoso vecino y no dejarán que nadie suba por la vertiente sur antes del 10 de mayo, fecha en la que deberán haber subido la antorcha. Esta medida pretende evitar ojos indiscretos que contradigan lo que ellos quieren hacer llegar al mundo o que algún alpinista despliegue una bandera tibetana en la cima del Everest. Las protestas en Tíbet, aquí en Nepal y en muchos otros países, de tibetanos que exigen libertad para su tierra está poniendo en un grave aprieto a un gobierno como el chino que quiere hacer de sus Juegos un escaparate de la nueva China. Y para ello no ha escatimado ni en gastos ni en fastos, tales como la expedición flamígera al Everest.

Pero la revuelta en Lhasa, y la consiguiente represión, ha mostrado al mundo la verdadera situación del Tíbet. La verdad es que en esto de montar grandes expediciones la China comunista es reincidente. Allá por la década de los 60 del pasado siglo montaron una expedición que, aunque no con total seguridad, lograron la cima, repitiendo la gloriosa ruta de Mallory, aunque a costa de una gran cantidad de muertos que nunca quisieron reconocer. Como aquel éxito comunista fue puesto en duda, volvieron en 1975 con un auténtico ejército, y un enorme aparato de propaganda, que incluyó afiliación al glorioso partido de Mao, a ocho mil metros, y la subida de un enorme trípode metálico a la cima. Por fortuna, la llama olímpica llegará -o no- a la cumbre y se irá y el Everest recobrará su paz mineral mientras la nieve y el viento devoran en un instante las huellas de la enésima prueba de la triste soberbia humana.

Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible.