A Agüero se le agradece la sinceridad
Es lo que le faltaba al Kun para convertirse definitivamente en un icono rojiblanco. Alegrarse, sin ofender, de las desgracias que muy de cuando en cuando asolan al madridismo irredento es algo consustancial al ideario del buen atlético. Bien por cinismo, bien por el hipócrita fair play, se suele camuflar ese deseo íntimo y natural de desear la derrota del eterno rival. Así ha sido, es y será la sana rivalidad y sin ella el fútbol no tendría el componente emocional que, afortunadamente, tiene. Agüero ya sabe lo que duelen las desgraciadamente habituales derrotas ante el Real Madrid. Ha comprobado cómo la última afrenta que nos infligieron en el Vicente Calderón nos cortó las alas, marchitó la confianza que habíamos adquirido tras meses de esforzado trabajo y pobló de incertidumbres nuestra, hasta aquella fatídica derrota, buena temporada.
Agüero ya está impregnado del sentimiento atlético y eso es una magnífica noticia. Está llamado sin ningún género de dudas, y si no nos lo quitan antes, a ser uno de los jugadores más importantes en la historia de este bendito club. Ha cogido el testigo de otro símbolo atlético, Fernando Torres, pero sin tener que soportar el lastre de echarse él solito el equipo a la espalda cada domingo, algo que fue una pesadilla para el Niño, cuya felicidad en Liverpool siempre nos alegrará. Kun nos hace sentirnos únicos, afortunados y grandes en cuanto el balón llega a sus pies. Sólo deseo que no sufra lo del pobre Torres. Es decir, que tenga pronto un equipo a la altura de su inconmensurable talento y no marchite vestido de rojiblanco su prometedora trayectoria. Sería un delito dejarle escapar sin aprovechar el descomunal talento que nos ha caído en suerte.