Cuando la estupidez es una ley

Cuando la estupidez es una ley

De puro surrealista, el asunto podría parecer inventado, pero les puedo asegurar que es cierto. Estaba hace unos días en Roma, en las cercanías de la famosa Fontana di Trevi, cuando una amable pareja de policías se me acercó para advertirme de que no podía hacer fotos en la vía pública. Esa misma cara de sorpresa que está usted poniendo ahora mismo es la que le devolví yo a las agentes de la autoridad. ¿Que en la (en ese momento abarrotada) Fontana di Trevi, en la milenaria Roma, la urbe que con toda seguridad se encuentra entre las más visitadas por turistas de todo el universo mundo no se pueden hacer fotos? A ver, fotos sí se pueden hacer, me explicaron; lo que no está permitido es usar trípode. ¿Mande? Lo que ha leído. Resulta que según la ley, ordenanza municipal o no sé qué directriz emanada de no sé dónde, las calles romanas, y también al menos las napolitanas (en esa ciudad hoy enterrada bajo la basura por una huelga que nadie es capaz de solucionar me ocurrió lo mismo) son suelo público y sobre este sacrosanto suelo (que en efecto lo es, pero no por la estupidez reglamentista de algún prócer, sino por la asombrosa y rica historia que atesora) no se puede poner un trípode sobre el que apoyar una cámara de cine o fotográfíca.

Miré a mi alrededor buscando la cámara oculta, pero lo que vi fue a un buen número de muchachos con sus mantas extendidas y llenas de productos exactamente falsificados ocupando sin mayor inquietud ese mismo suelo público que mi humilde trípode no debía hollar bajo ningún concepto. Pero nada de alterarse caballero, que se encuentra usted en Roma; la ciudad cuyas calles han visto encumbrarse y estrellarse contra este mismo suelo que ahora nos ocupa a emperadores todopoderosos y papas tocados por la gracia divina. Así que hecha la ley... Para esa foto que quiere hacer bien puede ayudarse de una papelera, una mesa de terraza, o el techo de un vehículo. Ahora, de instalar un trípode en la vía pública, nada de nada.

Eché de menos en ese momento un cajón de madera como los que usan en la esquina del parque londinense de Hyde Park aquellos que quieren dar un mitin o despotricar contra cualquier cosa, institución o injusticia. Se suben a ese cajón para no estar sobre el suelo inglés y así evitar la intervención de la policía. Al parecer, y según me explicó la pareja policial, las fotos corrientes o, directamente, de mala calidad no son motivo de preocupación para la autoridad gubernativa. Sí lo son las que están hechas con más cuidado y con profesionalidad. El por qué, se escapa a mis cortas entendederas. Y es entonces cuando me echo a temblar; o mejor: me echo a correr, porque cuando la estupidez se convierte en ley, cuando el sentido común desaparece en manos de los burócratas y los funcionarios, no nos queda más que la huida.

Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible.