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Robinho ya no se discute más

Seamos honestos. Todos aventuramos opiniones sobre el fútbol que al paso del tiempo (muchas veces al paso de 90 minutos) quedan en ridículo. La mala suerte para los que escribimos de esto es que en vez de hacer el tonto ante un par de amigotes en el bar, nuestras palabras las leen miles. La buena suerte (aparte de que, increíblemente, nos pagan) es que tenemos el consuelo de saber que los Cruyff, los Capello, los Ferguson se equivocan en sus pronósticos tanto como nosotros. Pero hay un aspecto del fútbol (uno solo) en el que todos estamos de acuerdo, y todos tenemos razón: un crack es un crack siempre. Tendrá sus altibajos, se verá sometido a la tiranía de los años como cualquiera, pero un verdadero fuera de serie no admite discusión. Lo fueron Ronaldo y Zidane, lo son Ronaldinho y Messi, y también lo es Robinho. Los brasileños, que saben de esto, nos lo dijeron cuando llegó su compatriota a Madrid hace dos años y medio, pero al principio tuvimos nuestras dudas. Hoy ya no. A Schuster se le critica mucho pero la confianza que ha depositado en Robinho, a diferencia de su predecesor, ha tenido una grandiosa recompensa. Hoy hasta Don Fabio tendrá que reconocer que el brasileño es uno de esos jugadores que nos enriquece la vida a los enamorados del fútbol, seamos del Real Madrid o de cualquier otro equipo.

No sólo da placer ver lo que hace con el balón. Se ha convertido en un jugador constante y decisivo, tanto a la hora de crear como de meter goles. Al extremo de que, como se ha demostrado durante su ausencia este último mes y su reaparición el sábado, el destino del equipo depende en gran medida de él. Se ganará al Roma y se pasará a cuartos de la Champions sólo si Robinho aporta su mejor juego. Lo bueno es que no sólo lo sabe, sino que posee la confianza y la madurez de disfrutar (de crecerse) ante tan enorme responsabilidad.