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Agüero escupió a su costado

Cuando los futbolistas llegaban al Atlético de Madrid, Clemente Villaverde les enseñaba tres cositas que jamás hay que hacer: no hay que morder la mano que te da de comer, no hay que mear contra el viento y no hay escupir contra el cielo. El tiempo que necesitaría para explicar la cuarta: y no escupas tampoco junto al pie de un asistente, lo va a necesitar para aplicarse en el recurso alado que ha de enviarse en las próximas horas hacia Ginebra antes de que condenen a galeras al Kun Agüero. El Kun, el Kun, ay el Kun. Muero por el Kun, me gusta tanto que le daría de collejas con cada estupidez que comete, como la de la otra noche justo cuando el equipo iba a decir "hasta luego, Bolton, hasta aquí llegaste" y además con un gol suyo.

El Kun no escupió al línea, lo hizo a su costado y al tiempo le puso carita de villa porteña. Suficiente para que el tronco del banderín, 2'14, cien kilos en canal, se diera por agraviado igual que una damisela desdeñada. No olvidemos que el tal es dinamarqués como los más dramáticos personajes de Shakespeare. ¿Se pasó el Kun? El Kun se pasó de bobo y de retador. Abrió la puerta de la fama a un grandote con complejos. El gordo entró, el Kun salió, el Aleti no ganó, la vuelta está en riesgo y lo que venga detrás, también. Neptuno se aleja. ¿Por culpa de quién? Por culpa de mi ídolo. Por culpa del Kun. Y el que no se lo diga bien claro, le perjudica. Ahora el partido lo juega, una vez más, Clemente en un despacho suizo. Venga, Clemen, ponte el 3 que vas a salir.