El año que dedicamos a la patata
De manera similar al calendario chino, que asocia un animal a cada año, la ONU lleva tiempo empeñada en que reflexionemos sobre algo o alguien cada 365 días. Éste 2008 se dedicará a la patata. Para quienes se rechiflen de esta iniciativa bastaría recordarles algunos datos. Hoy se cultivan patatas en una superficie estimada de 195.000 kilómetros cuadrados, desde la planicie de Yunnan en China, las tierras bajas subtropicales de la India, las montañas ecuatoriales de Java, las estepas de Ucrania o las de mis amigos baltíes de Hushé en el Karakorum. Este humilde tubérculo es el cuarto cultivo alimentario en el mundo, con una producción en 2006 de casi 315 millones de toneladas. En esta asombrosa proliferación tuvo que ver la labor de los exploradores que el imperio español envió a América. En los Andes se encontraron con ella, donde era cultivada desde hacía miles de años. Bien es verdad que su viaje a la civilizada Europa en los galeones españoles no le trajo un éxito inmediato. Los galenos de la época la consideraban insulsa e indigesta y sólo apta para animales.
Más pronto que tarde se extendió por todo el continente y se descubrió como remedio para paliar hambrunas civiles y sustento de militares en campaña, pues era una planta prolífica que se almacenaba bien y era más fácil de preparar que el pan. Bastaba un fuego y agua para hacerlas cocidas o asadas. Así que la humilde patata se ha convertido en uno de los alimentos más trascendentales de la historia de la Humanidad. Sigue siéndolo. Cuando, hace siete años, iniciamos en el Karakorum un proyecto de cooperación con mis amigos de la ONG Sarabastall, nos dimos cuenta de que la agricultura sería fundamental para cambiar la economía, la educación y la vida de nuestros porteadores de Husé. Paloma Troya fue la causante de la mayor revolución que ha podido vivir Hushé en sus 300 años de vida. Analizó los cultivos que podían plantarse en una tierra arenosa a más de 3.000 metros de altitud. Luego vino lo más duro: convencer a los campesinos de que adoptaran sus propuestas.
Plantadas las patatas sarabastall la vida cambió en Hushé. Multiplicaron por diez los kilos de patatas recogidos, liberando a los niños del trabajo en el campo y pueden ir al colegio. Llegan menos enfermos al dispensario porque están mejor alimentados. Además de por sus habilidades como porteadores, mis amigos de Hushé son conocidos por exportar las mejores patatas del Karakorum. En ese futuro que se nos enfrenta, con escasez de agua y una población en constante aumento, la patata puede convertirse en elemento de las estrategias para países en desarrollo. La papa produce un alimento más nutritivo en menos tiempo, con menos tierra y en climas más difíciles que cualquier otro cultivo importante. Hasta un 85% es comestible para las personas, en comparación con el 50% en los cereales. Todo indica que esta planta de la familia del tabaco y del tomate jugará un papel determinante en cómo será nuestra historia.