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Schuster, el exprimidor que utilizó la base que ya había

Si uno compara el curriculum de Bernd Schuster con los de los grandes entrenadores europeos (los Ferguson, Wenger, Lippi, Capello), el alemán sigue en pañales. Incluso más aplausos se merece, entonces, por lo que ha logrado en su primera temporada al mando de un gran club. Delata su inexperiencia, eso sí, en la sala de prensa. Pero, francamente, si el Real Madrid sigue arrasando de la manera que lo ha hecho esta temporada, y si mantiene el ritmo y el estilo que se vio el domingo frente al Villareal, el alemán puede comparecer ante los medios con una botella de champagne en la mano, un pitillo en la boca y decir todas las barbaridades que quiera, cuando quiera, y dará igual. La afición se lo perdonará, y los periodistas se tendrán que aguantar, porque todos han entendido que detrás hay mucha madera.

En vez de sucumbir a la tentación de cambiarlo todo cuando llegó, Schuster ha tenido la inteligencia de construir sobre la base sólida que heredó de Fabio Capello y, poco a poco, ir exprimiendo el mejor fútbol de sus jugadores. Hace un año parecía que Robinho estaba prácticamente condenado a ser un eterno gran talento frustrado. De repente, tras el baile que nos ofreció con Guti el otro día, no es alocado pensar que el brasileño podría ganar el Balón de Oro este año. La psicología de la que se jacta el alemán, ese sutil "don de jugadores" que debe de tener el gran entrenador, se ve en el campo. El equipo está hambriento de títulos y de jugar bien. Mucho más no se puede pedir.