Al fin salió el atlético que llevan dentro

Al fin salió el atlético que llevan dentro

Voy a confesarme: no asistí a la comida con los presidentes aduciendo un lejano compromiso, en China o así no fuera a darme tiempo a regresar. Mentí. Estaba en casa con las persianas bajadas y la cabeza bajo la almohada. Antes de que llamen a los loqueros, les daré una explicación. Estas ya tradicionales reuniones con Cerezo y Calderón me hacen perder foco respecto al meollo de la cuestión: tumbar al Madrid de una vez por todas, acabar con las pullas, volver a ser el rey de la ciudad durante unos días. Uno se concentra para ser inmisericorde con el rival y, luego, se sienta con los presis del buen rollo y se ablanda. El mundo es bonito, flores de colores, qué amigos somos, laralá, laralá... Y mientras cantas, gol del Madrid. Como ya me sé la peli, decidí no flirtear con el enemigo.

Pero envié un espía, mi hermano Picu, por lo que pudiera pasar. Y como es pequeño y se esconde bien, las fuerzas vivas del madridismo se confiaron y se les soltó la lengua. Cuando el atracón de pollo comenzó a nublarle el juicio, Roncero confesó que en su juventud era un habitual del Manzanares y Pedro Pablo San Martín asintió cómplice. Relaño les cruje, dirán. Nada de eso. Él fue más allá y contó que en el 74 pegaba carteles de los partidos del Atleti en todos los bares de Torrejón. Catorce, en concreto. Aduce órdenes militares y soborno en chatos, pero empiezo a sospechar que el subconsciente de AS es rojiblanco. Tal vez estas comidas les afecten a ellos más que a mí. Ahora me arrepiento de no haber ido, el madridismo se tambalea. Este derbi ya lo vamos ganando 1-0, amigos.