La atracción por lo más salvaje
Timothy Treadwell y Chris McCandless amaban la naturaleza salvaje. Tanto que fueron devorados por ella. Hace una semana, El País ofreció a sus lectores la posibilidad de disfrutar del documental Grizzly Man de un cineasta tan conocido, polémico y singular, como el alemán Werner Herzog. El autor de aventuras cinematográficas (delante y detrás de la cámara) como Aguirre o la cólera de Dios, Fitzcarraldo o Grito de piedra, aceptó el reto de enfrentarse a más de cien horas de imágenes con las que contar la dramática odisea de Treadwell en Alaska hasta que fue devorado por un oso pardo. El talento de Herzog supera el reportaje periodístico (insulso por lo general), pues fue un suceso muy publicitado en Estados Unidos ya que Treadwell era muy conocido por su lucha de años en defensa de estos plantígrados.
Herzog supera la inmediatez periodística para crear una historia universal que indaga sobre la poderosa atracción que la naturaleza ejerce sobre el ser humano. Refleja una atracción de tipo atávico que nos retrotrae a la época en las que les disputábamos las cavernas a las fieras. Las imágenes rodadas por Treadwell, un actor frustrado que descubre Alaska, los osos, una patria y una misión con los que recuperar un sentido para su vida, nos van adentrando en ese territorio que pertenece más a la imaginación humana que a la realidad desde que Rousseau, allá por los tiempos de la Ilustración, exaltase al buen salvaje y presentase al hombre como el producto de las sucesivas impurezas que se han adherido al hombre natural y los románticos ensalzasen la naturaleza salvaje. La historia de Chris McCandless es bastante similar y no sólo porque ocurre también en Alaska y ha dado lugar a una película, que se estrenará en España en unos días, dirigida por Sean Penn.
Chris era un brillante universitario que decidió abandonarlo todo, donar su dinero a obras de caridad y encaminarse hacia Alaska (Hacia rutas salvajes es el título del hermoso libro de Jon Krakauer, base del guión de la película). Corría el año 1992 cuando Chris se internaba solo en tierras de Alaska. Cuatro meses más tarde, unos cazadores encontraron su cuerpo en un autobús abandonado. Al parecer, había muerto de inanición. En su diario dejó escrito: "No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada, renueva cada día tus expectativas". A Timothy y a su novia Amie les despedazó uno de los osos que amaban. Pero lo que atormenta a Herzog es que en todos los osos que grabó Treadwell no ve nada más que "...la sobrecogedora indiferencia de la naturaleza". Y es que la Naturaleza más salvaje, los espacios vírgenes, son lugares perfectos para medirse, encontrarse y conocerse, no para huir de lo que no queremos ser en busca de paraísos imaginados. Ni ellos ni nosotros somos paraísos placenteros.
Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.