Más allá de medidas, feliz 2008

Más allá de medidas, feliz 2008

Feliz 2008. Qué obviedad, dirán los escépticos, regañados con efemérides y fiestas y costumbres populares. Pues la verdad es que no lo resulta tanto. Y es que no es tarea fácil responder a la crucial pregunta de en qué año vivimos. Si se paseasen por la web de un periódico israelí verían que, junto a la fecha "normal", aparece el año 5769. Si ojean un periódico egipcio, la fecha señala que nos encontramos en el año 1429. Así que un simple clic del ratón nos hará saltar sobre una vertiginosa sima de cientos o miles de años. Otros saltos son menos abismales, pues la diferencia del calendario ortodoxo griego es tan sólo de 13 días respecto al que rige nuestra vida diaria.

Los seres humanos nos hemos mostrado bastante imaginativos a la hora de contabilizar el tiempo. Lo hacemos depender de hitos religiosos, costumbres o tradiciones más o menos peculiares, lo que tiene una decisiva importancia en aspectos fundamentales de nuestra existencia, por más que lo vivamos de manera prácticamente inconsciente. En realidad fueron los egipcios los que comenzaron a preocuparse por un calendario que les sirviera para predecir las inundaciones del Nilo y las cosechas. Para las tres grandes religiones monoteístas el tiempo es lineal y sus calendarios empiezan en un momento crucial para sus creencias (el origen del mundo, ocurrido para los judíos el día 1 del mes de tishri del año 1; el nacimiento de Jesús para los cristianos o la Hégira para los musulmanes) y continuará avanzando hasta el fin de los tiempos, sea éste el Armagedón, el calentamiento global o, como defiende un servidor, la siguiente glaciación (ya que después de tanto ir al Caribe no vamos a estar preparados para el frío polar). Sin embargo, chinos, mayas o hindús conciben el tiempo como algo cíclico y lo miden de forma circular, ruedas temporales con un principio y un final que se repiten. Esto sin contar los fallidos intentos, como el calendario napoleónico.

Pero no nos detuvimos ahí. No nos bastó con el paso de las estaciones y el vuelo de la luna sobre el firmamento de la noche. Quisimos más. "Que los dioses maldigan al primer hombre que descubrió cómo señalar las horas... para cortar y despedazar de modo tan infame mis días en pequeños trozos", se quejaba el poeta Plauto, allá por el año 200 antes de Cristo. Y es que esto de apresar el tiempo, de compartimentarlo, ha sido una pasión humana que además de utilitarismo tiene algo de soberbia. Pensamos, ilusos, que por poder medirlo somos sus dueños, olvidando aquella frase que figuraba en algunos relojes de sol: "todas hieren, la última mata". Lo único que podemos hacer es vivirlo, que no es poco, sea el que fuere, con el entusiasmo de Gastón Rebuffat, que aconsejaba "Llenar los años de vida, antes que la vida años". Así que, suerte para el futuro, lo midan como lo midan.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.