Conrad, el mar y la literatura
Este diciembre se conmemora el 150º aniversario del nacimiento de un congénere de esos que nos ayudan a confiar un poco más en nuestra propia especie. Su nombre: Józef Teodor Konrad Korzeniowski, aunque él prefirió llamarse Joseph Conrad. A los 12 años ya era huérfano de padre y madre y había conocido el exilio merced a las actividades de su padre Apollo, un noble polaco, firme defensor de la independencia de su país frente al imperio ruso. A los diecisiete, y a pesar de que sólo había visto el mar una vez, decidió hacerse marino. El mar se convirtió en su nuevo territorio, donde la aventura era el fin y los medios poco importaban. Lo mismo navegaba hacia el Caribe que contrabandeaba armas para los carlistas españoles (él, un hijo de un revolucionario izquierdista ayudando a la carcunda hispana, que todavía sigue coleando en el País Vasco) o para los conservadores colombianos. Aunque, en apariencia, el dinero no parecía importarle mucho. Huía de sus bolsillos con inusitada rapidez y en cantidad muy superior a sus ingresos.
Poco después el joven Conrad intentaría suicidarse de un tiro tras una serie de no muy brillantes inversiones, entre las que se incluyó la visita al Casino de Montecarlo, en un intento desesperado por rehacer su maltrecha economía. Falló, para alegría de todos los que le hemos leído en estos 150 años, y regresó al mar. "Si he de ser marinero, seré marinero inglés", escribiría más tarde. En 1878 comenzó una nueva vida para Conrad, en la que descubriría los secretos del mar y de la lengua inglesa, los dos territorios que iban a conformar sus otras vidas.
Alos 32 años empezó a escribir una novela en la lengua en la que se había iniciado tan sólo once años antes. A los 37, dejó de forma definitiva el mar para dedicarse a la literatura. En los años que siguieron fue considerado traidor a su patria y a su lengua, genio vivo de las letras inglesas y también fenómeno de feria. Cuando murió, a los sesenta y seis años, en su vida se contaban además de múltiples singladuras y aventuras, más de veinte libros y la aureola de haber cambiado para siempre el arte de la novela. Sólo una de ellas El Corazón de las tinieblas, valdría para redimir toda una vida, es el prototipo de novela de aventuras y uno de los clásicos de la literatura de todos los tiempos. Como ha escrito Juan Gabriel Vásquez, Conrad fue experto en "asumir el riesgo más violento para un ser humano: el cambio de vida, el desprendimiento de su pasado". En estos días es posible que a muchos de ustedes no les sonría la vida. Quizás el desamor, el trabajo, o la vida en general, no le sean propicios. Arriésguense, y luchen por aquello que desean. Para 2008 es el mejor deseo que me gustaría regalarles. Aprendan de Conrad. Pueden estar seguros de que regalar un libro de Conrad es un verdadero acierto.
Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'