Con ustedes la Bestia Baptista

Con ustedes la Bestia Baptista

Cuando Florentino contrató a Baptista el mismo día que fichó a Robinho (cerró la doble operación en la misma tacada por 49 millones de euros), el madridismo se sintió aliviado. Desde la marcha de Makelele se echaba en falta un jugador con vigor físico que se hiciese respetar por su anatomía, ya fuese en el área o lejos de ella. Baptista venía de meter 50 goles en dos años con el Sevilla y Caparrós nos dio la pista de su versatilidad. Lástima que Luxemburgo, el rey de los cuadrados mágicos y los rombos girados, tuviese la extravagante ocurrencia de ponerle de extremo izquierdo. Un disparate que alejó a Baptista de su fútbol y del cariño del Bernabéu. Y emigró aburrido a pesar de ser el artífice de ese subcampeonato liguero que evitó que el Madrid jugase la deprimente eliminatoria previa de Champions.

Baptista hizo el petate, cambió el sol madrileño por la niebla eterna de Londres y aprendió junto a Wenger a mejorar sus fundamentos y su técnica individual. Cerca de Cesc (¿futuro compañero?) se curtió en el oficio. Cumplió sin alardes y se ganó el derecho a esa segunda oportunidad que siempre merecen tipos como él. Por su honestidad y su impagable capacidad de sacrificio.

Llegó Schuster, rompió los grilletes tácticos de Capello y el alemán convenció a este brasileño tranquilo para que hiciese parada y fonda. Se compró una preciosa casa en La Moraleja (que era propiedad de Panucci, uno de los héroes de La Séptima), se fue a vivir con su novia y esperó su oportunidad sin quejarse, sin llorar en la prensa y entrenando como lo que es: una Bestia. Y Ribot lo mete en una jaula con tigres y ni se inmuta. Por eso será titular en el Camp Nou. La tierra para el que la trabaja. ¡Grande, Julio!