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El Lince se hace grande en Alemania

Es un héroe sin reconocimiento, un tipo que aún se emociona cuando suena el himno de España antes de sus batallas. "Es una pena que en tu país no te hagan ni caso, porque no hay nada más bonito que ganar un título delante de tu gente". Javier Castillejo lo hizo, en La Cubierta de Leganés, frente a un peleador americano como Mullings. Era 1999. Fue la primera vez que conquistaba un título mundial. Una noche grande. Leganés vibró con el Lince. Pero era una isla en el océano. El boxeo, pese a contar con un campeón de su categoría, no ha levantado cabeza. Las televisiones le han vuelto la espalda. Castillejo ha seguido impertérrito al pie del cañón en medio de todas las tormentas. Al filo de los 40, veinte años como profesional, ya ni siquiera aspira a que cambien las cosas. Se limita a ganar batallas, lo que hagan los demás ha dejado de interesarle.

El Lince hace la vida como si no hubiera pasado el tiempo, como los grandes del boxeo. Por la mañana, muy temprano, footing, casi diez kilómetros, y por la tarde al gimnasio con el maestro Sánchez Atocha. Si quieres seguir arriba, no puedes relajarte. Y Castillejo, el Lince, no se relaja. Lo saben bien en Alemania. Allí ocupa el puesto estelar en las grandes galas. Y gana, porque sigue siendo fuerte y poderoso. Y acaba de tumbar al argentino Carrera y tiene otra vez el Mundial a tiro. Ya ni siquiera sueña con traerlo a España. Sabe que es imposible. Él cumplirá con demostrar que es grande, un campeonísimo, aunque sólo lo reconozcan en Alemania.