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Zapatillas de siete leguas

Posiblemente me deje llevar por el localismo, pero en mi modesto parecer el Ferrer-Nadal del martes fue el partido del año. Hubo choques más trascendentes, pero ninguno con tanta intensidad. Cada punto fue una refriega, cada juego, una batalla. Después de esa guerra, en la que hubo un brillante vencedor y un majestuoso vencido, a David y a Rafa les pueden echar lo que quieran. Ya nada será tan difícil.

Las consecuencias de este duro adiestramiento las sufrieron ayer Djokovic y Gasquet. El serbio no se jugaba nada, pero sacó su orgullo y su cañón y decidió jugárselo casi todo. Pero Nadal estuvo muy sólido, sobre todo con su servicio (ganó cuatro en blanco) y terminó doblegándole. Lo de Ferrer fue increíble. Se diría que este torneo lo ha preparado en el Olimpo y que allí ha comprado kilos de inspiración a las musas o a los dioses. David parece tener una mirilla telescópica en la raqueta y unas zapatillas de siete leguas (como en el cuento de Pulgarcito) que le permiten llegar a todos lados, colocarse casi siempre de derecha y machacar, machacar, machacar. Gasquet, un tipo de técnica sublime y enormes recursos, terminó atormentado.