El que sí que asusta es Robinho

Calderón, animado por la vehemencia de su entrenador, también ha decidido que suba el pan cuando habla. Pese a la irregular trayectoria del equipo, se marcó el lujo de decir que asustaban. Miré la cara de los jugadores del Mallorca y no denotaban pánico. Miré a Manzano cuando dirigía con atrevimiento, y tampoco. Es más, hasta que Robinho no decidió que tenía que hacer suyo el choque, allí había de todo menos miedo. El brasileño sí que da pánico a los rivales. Está en racha y eso es mérito de Schuster, que ha entendido que los genios son especiales, que han de tener privilegios porque te arreglan un partido y una temporada.

Es una de las grandes diferencias de este Madrid. Mientras Capello castigaba con el banquillo al delantero cada vez que se excedía en las bicicletas, el alemán le anima a que sea atrevido. Pero hay más. Hay un trabajo semanal que se nota porque Robinho busca el gol pero también al compañero cuando desborda. Desequilibra con sus regates pero tapa la banda con Marcelo. Algunos dirán que está madurando. No, simplemente está creciendo como futbolista de equipo. Incluso ha prescindido de los gestos para la grada, que tanto gustan a otros. La grada lo que quiere son goles y efectividad.