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La rotación tenía trampa

La teoría de la rotación le saca cuatrocientos años al fútbol, diría Copérnico. Más el siglo largo que tardó en concluirse que una plantilla debe girar sobre sí misma y sobre el rival que se ponga enfrente. Esta intromisión de la física en el fútbol vale para repartir esfuerzos, pero no debe confundir sobre quiénes son los mejores del lugar. Porque cuando llega el vida o muerte, el once empieza a recitarse. Cuando crece la exigencia, mengua la plantilla.

Viene esto a cuento para explicar cómo Schuster se ha bajado de ese carro en cuanto el Madrid ha tenido que escalar tres ochomiles. Sólo dos cambios en los últimos tres partidos (Valencia-Sevilla-Olympiacos). Uno, obligado por la lesión de Guti. Otro, incontestable, para dar entrada a Heinze, de largo el mejor central de la plantilla. Y es que el Madrid se jugará la temporada con los once de ayer, Pepe, Guti y Robben. Catorce futbolistas y algunas certezas: Gago necesita a Diarra porque no sujeta al equipo como pilar único, Robinho aun sin cuajar es imprescindible porque sin él no hay sorpresa, Van Nistelrooy no tiene relevo, y Guti y Sneijder (ayer fue otra vez de día para él tras una noche larga) tienen repartido el ingenio y la irregularidad. Para poner a uno o a otro Schuster deberá tirar de intuición. Y un apunte final para el alemán. Con menos estruendo, el árbitro de ayer le quitó más al Madrid (un penalti a Diarra y un fuera de juego inexistente de Robinho cuando galopaba hacia el gol) que el catalán de Sevilla.