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Representan lo mejor de Barça y Atleti

A uno, que creció empapándose de Serrat y Sabina vía materna, le intimida pergeñar unas míseras líneas sobre los genios, erróneamente considerados cantantes. Ambos pertenecen a una estirpe más selecta: la de escritores que cantan, con Dylan, Cohen y pocos más. Palabras mayores. Por eso resulta tan significativo su amor por el fútbol entre tanto cultureta de pastel que aún sigue recitando como un loro aquello del nuevo opio del pueblo y que, obviamente, no entiende nada de héroes y villanos, hazañas y fracasos, milagros cotidianos. Del arte y del deporte. De la vida misma.

Serrat representa lo mejor de la Cataluña que admiramos y de la que el Barça fue un pilar antes de que el poder le hiciera asemejarse más al Madrid que al Atleti, su primo natural. Sabina es la vida canalla, la poesía del antihéroe orgulloso, la vida a tope y los altibajos: el Atleti, vamos. Sólo un pero, con aquello de "que manera de palmar" cayó en el maligno tópico del Pupas, cuyo origen él mismo explicó a la perfección: "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió". Por eso llevamos 33 años llorando una Copa de Europa que nunca será nuestra. Sí, nuestro clímax histórico es una derrota, pero eso sólo nos recuerda cuánto nos gusta ganar. Malditos vale, pero tontos lo justo.