Una posibilidad de renacer
Solemos juguetear con la posibilidad de volver a empezar, partir de cero. Es una especie de sueño que nos asalta en medio del eterno atasco de todos los días o después de una instructiva charla (por lo que tiene de confirmación de su mala entraña) con el jefe. Pero no deja de ser eso, una ilusoria imagen con la que entretener y suavizar la existencia cotidiana hasta que, como casi siempre, la vida nos pone ante la realidad de un zarpazo.
Hace unos días tuve la siempre emocionante oportunidad de charlar con Maurice Herzog en París. Esta vez nos reunió la presentación de su nuevo libro, titulado Renacer. A sus 86 años Herzog sigue siendo aquel caballero francés que conocí en 1999 cuando se embarcó con nosotros en la aventura de regresar a la montaña que, allá por 1950, transformó su vida: el Annapurna. Estar con Herzog supone el privilegio de sentir de cerca la mejor Historia de la aventura humana. Él y su compañero Louis Lachenal fueron los primeros seres humanos en alcanzar una cima de más de ocho mil metros. O, al menos, con absoluta certeza, pues nunca sabremos si Mallory e Irvine lo consiguieron en 1924. Pero lograrlo casi le cuesta la vida. Literalmente. Precisamente su nuevo libro trata de lo que le ocurrió y cómo afrontó su nueva vida después de que desaparecieran los flashes de los medios, se terminaran los homenajes y ya ningún gerifalte le visitase en el hospital.
Y lo que comenzó entonces fue sin duda una gran aventura, quizá la mayor que haya vivido Herzog, porque entonces se enfrentó a una ascensión tan dura como incierta, la que le iba a llevar a reconstruirse como persona. El hombre que descendió del Annapurna era apenas un guiñapo lacerado por gravísimas congelaciones en manos y pies que (él lo sabía mejor que nadie) le iban a imposibilitar para seguir con su vida de alpinista, justo cuando había alcanzado el mayor éxito posible en aquel momento histórico. Por delante le esperaban meses de durísima convalecencia en la que, como él mismo afirma, se sentía como un monstruo de feria. Un ser lisiado, deforme y marcado para siempre. En los ojos de los que pasaban por su habitación veía la misma mirada de sucia curiosidad agazapada tras una falsa conmiseración.
Con un agudo sentido de la libertad como guía, Maurice comenzó a construirse una nueva vida. Logró ser alcalde de Chamonix, ministro del deporte y la juventud en gobiernos de De Gaulle y Pompidou, diputado de la Asamblea Nacional y actualmente miembro del Comité Olímpico Internacional (COI). Lo ha sido todo, pero sólo luce una pequeña Legión de Honor, en Francia sigue siendo el modelo de gran héroe, sigue escribiendo libros, su vida sentimental ha sido tan turbulenta como la montañera, y cuando le escribí para que volviera con nosotros al Annapurna, sólo me puso una condición: que le llevara al Museo del Prado. Él bien puede decir que es el responsable de su vida. Ojalá todos podamos decir lo mismo...
Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.