Batirse contra los récords

Batirse contra los récords

Cuando escribo estas líneas Steve Fosset sigue desaparecido. Desde el pasado martes, varios equipos de rescate están rastreando la zona oeste del estado norteamericano de Nevada en busca de la avioneta que pilotaba este hombre de negocios, famoso por su exitoso empeño en batir récords. De hecho, y según su página web, cuenta con 115 récords mundiales, sobre todo relacionados con el vuelo (globo, aviones, planeadores...) aunque también ha navegado, escalado, cruzado el Canal de la Mancha a nado o participado en las 24 horas de Le Mans. Estaba en Nevada ultimando su próximo reto: batir el récord de velocidad en tierra con un vehículo de propulsión.

Figuras como la de Steve Fossett o su amigo Sir Richard Branson, nos llevan a reflexionar sobre la esencia del afán aventurero. Para unos son el paradigma del hombre hecho a sí mismo siempre dispuesto a romper barreras. Para otros, simplemente, son unos adictos a caprichos de millonario con un ego aún más prominente que su cuenta bancaria. Ciertamente no es algo nuevo, pues la historia de la aventura abunda en ejemplos de hombres y mujeres pudientes que se lanzan a arriesgados viajes. Un poema escandinavo decía que lo que mueve a las personas a internarse en lugares donde pueden morir son estas razones: el amor a la gloria, el ansia de saber y la codicia del dinero y los bienes. Sin embargo, esas razones no llegarían a explicar, en su complejidad, la aventura moderna.

Luis Amadeo de Saboya, duque de los Abruzos, por ejemplo fue hijo del rey de España Amadeo de Saboya y sobrino del rey de Italia, hecho que le facilitó poner en marcha sus increíbles expediciones, desde el Polo Norte al Karakorum. Pero lo abandonó todo para sufrir junto a sus hombres, humildes guías valdostanos, y lo demostró hasta el final de sus días ayudando a gente que no conocía en un rincón de Somalia, en un insaciable afán de vivir intensamente. Somos herederos de una tradición científica ilustrada, hijos de Galileo y Descartes, pero también de Mallory y Juan Ladrillero. Nuestra mirada se ha transformado, amamos la naturaleza y, a pesar del virus de la especulación, seguiremos defendiendo esos territorios puros donde descubrimos nuestra verdadera esencia.