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Año Primero después del Niño Torres

Se fue Torres y todos nos tiramos al suelo, cerrando los ojos y tapándonos los oídos, para protegernos del inminente estallido. En cambio, sólo hubo silencio. Extrañados, levantamos la cabeza para ver qué pasaba ahí fuera y descubrimos que el funeral era una fiesta. El primer Atlético sin el Niño ha resultado no ser un tipo abandonado y depresivo, tirado en el sofá, bebiendo cerveza y aburriendo a las plantas con batallitas sobre lo que pudo ser y no fue. No. El nuevo Atleti es un vividor. Bravo por él.

Mientras Torres goza de un feliz noviazgo con Anfield, el Atleti se ha dado a la promiscuidad. Ha cambiado una larga y agotada relación por varios atractivos proyectos y, cuando la fidelidad es condena, la variedad es siempre la mejor solución. Al menos la más divertida. Donde había un Niño gigante tras cuya espalda jugaba al escondite una plantilla entera, ahora hay un equipo. Y muy bueno, por cierto. Hoy, el Atleti podrá presumir por primera vez en años de tener una delantera tan buena (al menos) como la del Madrid. Forlán es un seguro, Agüero ha crecido tres años en tres meses, Maxi no falla y Reyes y Simao son tan volátiles como decisivos. No está Torres. El rey ha muerto, viva el rey. Pero es la hora de la revolución, de un nuevo comienzo. Ni Pupas ni derrotismo ni sopor: emoción, talento y risas. Sí, queridos atléticos, el fútbol consiste en eso. E intuyo que van a recordarlo esta temporada. El futuro empieza hoy.