Pakistán, el país de los puros
Vuelvo a España justo a destiempo. A lo de la interminable parodia política ("¡y tú más!") debería haberme acostumbrado, pero a que el Sevilla le pase por encima al Madrid como un mercancías, eso se me hace muy cuesta arriba. Antes de irme a Pakistán rompí una lanza a favor de Capello y, me temo, los hechos me están dando la razón. En el Madrid falta criterio empresarial y método de trabajo. Pero después de varios meses por Asia, me gustaría contarles algunas cosas de las que he visto y vivido, antes de aburrirles con datos que no nos ayudarán a levantar el ánimo quebrantado. Volví a Pakistán, "el país de los puros", con el alma en un puño, y mi familia más aún, por las noticias que venían de este país. Después del atentado de Yemen contra turistas españoles muchas agencias y el Ministerio de Asuntos Exteriores recomendaban no viajar a Pakistán. Otros, como Noruega, directamente lo prohibían. Es probable que, unas y otros, hayan sido prudentes. Pero, visto desde la perspectiva de los pakistanos, me gustaría decir que ha sido contraproducente y, peor aún, injusto.
La pobre gente que espera todo el año para poder ganarse la vida se ha visto frustrada y, casi, desesperada. Quizás otra gente no pueda entenderlo, pero en España sabemos que el turismo es la industria que nos permite vivir bien a todo el país. Y también sabemos lo que es la lacra del terrorismo y sus "campañas de verano" contra objetivos turísticos. Afortunadamente los ciudadanos europeos no se han dejado intimidar a pesar de las bombas de ETA. Ni ellos ni nosotros. Como dijo Shackleton, en estas ocasiones, "Resistir es vencer". Y creo que eso no está reñido con la prudencia ni con ser cuidadosos al preparar el viaje y ser consciente de los riesgos cuando se va a vivir una aventura. La verdad es que, aunque sea poco correcto políticamente decirlo, algunos comentarios en medios de comunicación eran exagerados, cuando no equivocados y denotan un desconocimiento de la situación en Asia Central. Eso no sería muy importante si no fuera porque han influido en la bajada del turismo que es la principal economía del norte de Pakistán. Además, se les hace el juego a los islamistas más radicales, a los talibanes y a las fuerzas más reaccionarias, partidarias de la ley islámica y en contra de los procesos de modernización que hoy día, guste o no, se entienda o no, se llevan a cabo en Pakistán. Allí, todos, ellos y nosotros, nos jugamos el porvenir.
He estado casi tres meses en Pakistán y la situación este verano ha sido similar a la de años pasados. Quizás se percibía algo más de presencia militar en los alrededores de la Mezquita Roja, pero nada que nos pille de sorpresa a los que también sufrimos el terrorismo en nuestros países. Y desde luego en la zona del Baltistán, sigue siendo una balsa de aceite, llena de gente amable y hospitalaria. Nos esperaban y les fallamos.
Sebastián Álvaro es director de Al filo de lo imposible.