Seitaridis o el drama del privilegiado
No es sencillo ir tan sobrado por la vida. Todo te viene dado y, claro, uno se relaja. Es humano, inevitable, tu destino. Piensen en Seitaridis. A los 24 años había ganado una Eurocopa, una Intercontinental y pasaba por ser el lateral derecho más cotizado de la Europa pre-Alves. Todo mal, vamos. Si esto te pasa pareciendo más un orco que un elfo, el efecto se diluye. Pero es que el amigo griego es soltero, mide 1,85 y tiene planta de héroe clásico (pese al discutible jersey fucsia de la foto) lo que le convierte en un inevitable cansadamas. Su amor por los coches deportivos termina de rematar una imagen frívola aunque equívoca: educado, lector impenitente, amante de la filosofía (la tierra tira), políglota... Un tipo culto. La pregunta con Seitaridis es qué lugar ocupa el fútbol dentro del mural de una vida que reúne intereses más diversos que los de la mayoría de sus compañeros de profesión.
La pasada Liga mostró las dos caras del griego. Se le vio apático, desconcentrado, como si aquello no fuera con él, cometiendo penaltis absurdos y dando la sensación de que verse tan por encima de la situación le provocaba bostezos. Pero, diluidas entre los cruces de cables, quedaron dos exhibiciones ante el Madrid y otra en el Camp Nou, casualmente en escenarios grandes y ante exigencias enormes. La vulgaridad no va con él. Entonces desapareció Seitarado y se vio al Seitaridis que puede y debe ser: seguro atrás y peligroso en ataque, un sensacional lateral. El mismo que ha brillado este verano, cuando la mejoría del nivel del equipo parece haberle motivado. Recordemos que su inesperado golazo en Bistrita dio media UEFA. Y ya habla español, se siente integrado. En realidad, sólo depende de él ser uno de los puntales del Atleti. Si su naturaleza se lo permite, claro. No es sencillo ir sobrado.