Escupir está feo y peor es disculparlo
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He hablado con muchos futbolistas sobre el asunto: prefieren la más canalla de las patadas antes que un escupitajo. Consideran que es una forma cobarde de agredir, un modo de humillar al contrario que detesta el código de cualquier vestuario. Si el viernes se echaron en falta muchas cosas en Cádiz -ausencia de Calderón en el palco, mesura de Schuster a la hora de valorar un histórico trofeo y templanza de los veteranos para atajar la tángana- ayer no hubiera estado mal una disculpa de Pepe por el salivazo. Me consta que el club estaba más preocupado por las críticas al equipo que por restañar su imagen. Mal plan. La disculpa de Cannavaro, restando importancia a la sucia forma de actuar de su compañero, lejos de acallar la polémica, la aviva.
Porque ese comportamiento antideportivo ha de ser lavado en público, al margen de lo que digan los manuales internos de disciplina del Madrid. Las multas no salvaguardan de futuras acciones tan repudiables. No hace muchos meses, por una patada a destiempo, patada de la impotencia, Guti se excusaba en público de inmediato. Con Pepe han optado por callar, incluso por disculparle. Lo malo es que el defensa estaba siendo de lo poco salvable en pretemporada. Desconozco si esa solvencia en el juego le hizo crecerse de forma farruca en el Carranza o, lo que es peor, si es su comportamiento habitual. Schuster tiene que responder por sus jugadores. No vale sólo con ponerse gallito ante la prensa cuando le piden que analice las cinco derrotas de verano.




