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El Niño fue siempre de Champions

Las cosas tienen un orden natural y, por mucho que uno luche, acaban cayendo por su propio peso. Fernando Torres lo ha aprendido por las bravas y hoy, cuando disfrute por primera vez de la Champions desde el césped y no desde el sofá, asumirá que su cruzada para llevar al Atleti hasta allí era una preciosa batalla perdida y que su marcha al Liverpool fue tan dolorosa como acertada. Era absurdo verle galopar en solitario en escenarios menores tan por debajo de su talento, rodeado de un reparto digno de un telefilm sobre vecinos turbios de los sábados por la tarde. Cambiar a Galletti por Gerrard es la diferencia entre actuar junto a Fernando Esteso o a Cary Grant. Sin faltar a Esteso, por supuesto.

Ahora el Niño llega al fin al fútbol adulto y está preparado. En la Champions, con un buen equipo alrededor y la mística del Liverpool empujándole, no tiene excusas. Tampoco las necesita ni las quiere. Cualquiera que le haya visto arrastrar él solo al Atleti día tras día durante seis años sabe que está preparado; que los goles caerán porque, digan lo que digan, siempre han acabado cayendo; que con 23 años sigue mejorando por días; que el cielo es su límite. Hoy, Torres debuta en la Champions, apunten la fecha. Y todo atlético es feliz. El Niño, nuestro niño, nunca caminará solo por partida doble. A por ellos.