"Me dijo que un médico me llamaría"

"Me dijo que un médico me llamaría"

El presidente de la UCI, Pat McQuaid, no ha hecho oídos sordos a una justa petición de los ciclistas. "Si nosotros tenemos que firmar una Carta Ética, queremos la misma medida para el resto de estamentos del ciclismo", le dijeron los corredores el pasado 5 de julio. Dicho y hecho. El resto de miembros de los grupos deportivos deberán firmar también un compromiso contra el dopaje, cuyo incumplimiento les costaría un año de su sueldo. Esta decisión puede suponer un importante avance en la lucha por la limpieza, porque hasta ahora siempre pagaban los mismos, mientras que ciertos directores, médicos o auxiliares seguían forrándose a su costa. El entorno ha sido con triste frecuencia el organizador, el incitador o el cómplice del dopaje.

Ahí tenemos las recientes revelaciones de Jörg Jaksche en Der Spiegel: "Manolo Saiz me dijo que me llamaría un médico... Y apareció Eufemiano Fuentes". Tres años antes, Jesús Manzano ya nos contaba cosas parecidas, como que era utilizado de cobaya para ciertos productos que, si funcionaban bien, luego iban destinados a sus líderes. La medida de la UCI nace, sin embargo, con un defecto de difícil solución, porque este órgano sólo puede controlar el entorno oficial del ciclista, pero no los satélites externos. La UCI, por ejemplo, no tiene ninguna potestad sobre los gurús más famosos, como Fuentes o Michele Ferrari. Ni tampoco sobre los agentes de los corredores, a veces igual de culpables: su comisión, no lo olvidemos, depende de los éxitos de sus representados.