Y seguimos sin cerebro (capítulo mil)
Contaba Alfred Hitchcock en su maravilloso libro de entrevistas con Truffaut la siguiente anécdota. Una noche se despertó después de soñar el argumento perfecto para una película, pero por la mañana no logró recordarlo. La historia se repitió durante varios días y, decidido a no dejar escapar su obra maestra, colocó una libreta y un lápiz en la mesilla para anotar su esquiva idea genial nada más soñarla. Así lo hizo: se despertó, escribió en el papel y se volvió a dormir plácidamente, sabiendo que acababa de nacer su obra cumbre. Nada más abrir los ojos se lanzó a leer. Allí había sólo tres palabras: chico conoce chica. Tan sencillo, tan infalible. Recordaba esto mientras veía la exhibición de Riquelme ante Perú. La reivindicación de lo simple de Hitchcock también es aplicable al fútbol: goleador conoce pasador. Y el Atleti aún no lo ha comprendido.
Torres sufrió impotente esta ausencia de pareja durante seis años. Y con la actual plantilla, Forlán será una nueva víctima de un antiguo mal. Cada verano llegan media docena de fichajes (sólo algunos de ellos futbolistas) y ninguno es el cerebro que tanto urge, tampoco Cléber. No se entiende. El Atlético parece el doctor Frankenstein, creando un ser artificial alto, fuerte, con sus dos manos y sus dos piernas, capaz de correr y pelear, pero con la inteligencia de un lemming: siempre en línea recta hasta despeñarse por el barranco. Sé que Riquelme es un hombre extraño, que la presión le abruma, que sólo es feliz en su incondicional Bombonera. Y sé que Aguirre no lo ve claro, que él quiere correr cuando Román anda. Pero si no ceden, la perspectiva de otro año viendo 40 partidos del Atleti me inspira otro argumento: cronista conoce suicidio. Preferiría un pasador o una chica, la verdad.