Capello le enseñó el camino
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No entra Schuster por la puerta grande. Embolicado con su finiquito, igual ha descuidado otros aspectos de su aterrizaje en el Bernabéu. El principio de autoridad del entrenador, por mucho que nos vendan una macroestructura deportiva, es sagrado. Aunque lleve semanas al tanto de las negociaciones para configurar la plantilla, la idea que tiene el aficionado es el que alemán jugaba al golf mientras Mijatovic mangoneaba y Calderón seguía en campaña electoral. Eso no es nuevo para Bernardo. En el Levante y en el Getafe han sido los presidentes los que han movido las piezas a su antojo y el alemán así lo ha reconocido. Pero en el Madrid eso no vale. El vestuario exige que el técnico se moje.
Si el legado de Fabio Capello es ruinoso en cuanto a juego, hay que reconocerle que logró una estabilidad en la caseta, perdida desde hace años. Hubo un punto de inflexión, cuando la crisis post-navideña, que sirvió para que el italiano cerrara filas con sus jugadores. Incluso atendió a la petición de los pesos pesados para que repescara a David Beckham. Y resultó. Sirvió para ganar el título de Liga, por encima de mezquindades tácticas y conceptos arcaicos. Schuster debe continuar ese camino. Su primera labor será mirar a los ojitos a los capitanes y contarles sus ideas. Para que no pase como con el cheque del Getafe.




