El 0-6 agotó la enorme fe de Torres
Las relaciones mueren poco a poco, pero se rompen de golpe. En medio de la monótona neblina siempre llega un fogonazo, un mísero segundo, en el que lo ves todo claro. Esa noche en que a mitad de la cena te das cuenta de que le estás haciendo a tu novia un Homer Simpson y pensando en bocadillos mientras te cuenta sus problemas. Esa madrugada en la que, copa en mano, le preguntas a tu amigo por qué demonios sois colegas hace tantos años de ese pesado que os está dejando en ridículo entrando a chicas como si no hubiera mañana. Esa tarde en la que la afición de tus amores te anima a perder y a tus compañeros les da igual.
El 29 de mayo Torres decidió irse del Atleti. El Barça humillaba 104 años de historia y, de golpe, vi el momento exacto en que la cabeza del Niño hizo click. Con 0-5, robó un balón y salió disparado hasta la línea de fondo. Al llegar allí, miró atrás y no le seguía nadie. La metáfora perfecta para su carrera rojiblanca. Se dio la vuelta, dio un pelotazo hacia su defensa de mala gana y se vio en Inglaterra. Hay más factores: una tercera persona (Quilón, agente de Benítez) hurgando en la herida y el hastío de tantos años de lucha solitaria, pero ese fue el instante en que aprendió la lección más dura: con quererse no basta. Pero por él no ha quedado. Eso no deberíamos olvidarlo nunca.