Las risas del momento, y Capello
A riesgo de ser tachado de fariseo, tengo que decir que me entristeció el gesto taciturno de Capello cuando terminó todo el periplo de celebraciones ayer. Me refiero en concreto a su rostro cuando abandonaba la Catedral de la Almudena. Hubo momentos en los que el italiano parecía ausente, como si la fiesta no fuese con él, harto de tener que contestar continuamente ("pregúntenle al presidente") cuando le inquirían sobre su futuro. Es una pesadilla repetida en el último mes. Debe ser duro, teniendo como tiene dos años de contrato más. Pero en el fondo sabe que todos presentimos su final en esta segunda etapa. No soy dudoso de conciliar poco con sus métodos y planteamientos, pero de igual forma creo que merece una respuesta urgente. Tras ganar la Liga, no es oportuno adecuar el calendario de renovaciones al oportunismo del momento.
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Por fortuna, la discreción de los jugadores y el mutismo de Ramón Calderón salvaron los festejos. Pero en privado Capello merece conocer de primera mano los planes de futuro del equipo blanco. Esos planes, hasta el domingo al menos, no pasaban por él. Difícil apaño tiene la cuestión a estas alturas porque la desconfianza mutua se generó hace meses, justo cuando Fabio, en un ataque de soberbia, exigió unas duras condiciones para firmar su finiquito.
Y ahí, si nos atenemos al discurso del presidente madridista en su proclamación, el que debería dar la cara y explicar el cambio de rumbo es Pedja Mijatovic. Salvo que esté plenamente convencido del trabajo del técnico italiano y decida ratificarle, a él le corresponde argumentar lo contrario. Eso también va en el sueldo, o si no, que se lo pregunten a Jorge Valdano o a Del Bosque.




