El dulce adiós de Beckham
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Mientras algún jugador del Real Madrid estaba más preocupado en ganar para tapar bocas, otros exhibían una profesionalidad encomiable. Y con eso llega. Llega con los pases de Beckham y los goles de Van Nistelrooy porque el equipo, pese a seguir lastrado en defensa, romo en la segunda punta y espeso en la distribución de juego, pone corazón. Era un día para que Beckham, si se daba, saliera por la puerta grande, con un título que ha merecido en sus cuatro años como madridista. Día también para que Capello se reivindicara de tanta crítica, interna y externa. Y se dio. Un equipo grande no puede depender permanentemente de marcar un gol en el último minuto, ni de que te regale un balón el rival. Salvo este año.
Es increíble que con el ímpetu del inglés y alguna pequeña rectificación del italiano, se esté a punto de ganar la Liga. La diferencia es que, si finalmente cae el título, el Bernabéu querrá a uno y pasará del otro. Pese a que esa opinión no variará, sí hay que reconocerle al técnico el cambio de mentalidad del grupo. Sin alguien muy fuerte de carácter, es imposible dar así la vuelta al calcetín. Lo de Beckham se recordará mucho tiempo. ¿Quién arriesgaría un contrato multimillonario metiendo la pierna como la mete? ¿Quién habría jugado ayer el partido decisivo con un esguince de tobillo? Lección para los que se apuntaron al carro de que no jugara más diciendo que sólo valía para vender camisetas. Sí, para eso también vale.




