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'Cutty Sark' era el último de su raza

Ahora que me encuentro en Khasgar, la Perla de la Ruta de la Seda y la puerta de entrada al desierto de Taklamakan, reparando una de las motos que no ha podido aguantar la bajada del puerto del Khunjerab, a más de 4.700 metros de altitud, he tenido tiempo de acordarme de un curioso suceso, un sospechoso fuego que ha destruido al clíper Cutty Sark, emblema de un tiempo que fue auténtico cénit de cinco mil años de historia de la navegación a vela. Años atrás lo vislumbré en Greenwich, cerca de Londres. Se me asemejó a una triste fiera enjaulada, atrapada en dique seco y convertida en atracción turística; ella que había nacido para la aventura de desafiar al tiempo y a los peores mares del planeta. El Cutty Sark era el último de una raza de naves gigantescas que llegaron a desplazar más de 8.000 toneladas gracias a los miles de metros cuadrados de velas que soportaban sus mástiles. La construcción del famoso Cutty Sark, en 1869, significó un punto de inflexión en este tipo de naves al poner sobre la palestra una nueva técnica de construcción naval mixta en la que se combinaban la madera y el metal.

En torno a estas naves se acabó tejiendo una voluminosa leyenda sobre sus formidables cualidades marineras y las aventuras, carreras y singladuras que protagonizaron. De igual manera que las caravanas afrontaban la Ruta de la Seda, que ahora nosotros estamos recorriendo en moto, el Cutty Sark y sus competidores navegaban entre China y Europa para ser los primeros en llevar por ejemplo té y así ganar una recompensa añadida al precio de tan preciada planta. También transportaron oro, lana, especias, emigrantes, buscadores de oro hacia California o Australia o "ébano", eufemismo con el que se denominaba el infame comercio de esclavos africanos.

Las carreras entre estas naves fueron famosas y seguidas con pasión a través de los periódicos de la época. El Cutty Sark fue protagonista de una muy famosa en 1872 que perdió sólo por una semana, pues se quedó sin timón en el estrecho de Sudán. Pero su capitán en vez de dirigirse a un puerto para repararlo siguió adelante con uno improvisado. La actitud de este capitán no era algo excepcional dentro de las tripulaciones de los clípers. Algún capitán llegó más allá, asegurando el timón y el velamen con cadenas y candados para que los marineros, aterrados por las olas y las tormentas del Mar del Sur, no cambiasen el rumbo o frenasen la velocidad del barco. Algunos hasta intimidaban con la pistola. La máquina de vapor y la apertura del Estrecho de Suez acabaron con estas "catedrales del Mar" pero no con el halo de leyenda que las envuelve.