Un niño que aprende a equivocarse
Desagradable ejercicio de memoria. Con 19 años yo tenía una novia estupenda, la mejor; fui un desastre de manual y la cosa acabó como el rosario de la aurora, o peor. Me decían que tenía cierto talento y sería un buen periodista si me lo tomaba en serio; me pase la carrera tirado en el césped, pendiente de las chicas y las fiestas. Mis padres eran unos santos y yo necesitaba montar un par de líos semanales. Diez años después, mi ex es mi mejor amiga y sé que tiene dudas, mi madre pagaría porque volviera a vivir en casa y por alguna extraña razón ustedes están leyendo esto. Sé que mi vida no les interesa, pero es la que mejor conozco y sirve de ejemplo para hablar de Agüero. Piensen en sus 19, cada cual tendrá su historia y se acumularán los errores. Es la edad. De eso trata la vida.
Escucho juicios dramáticos sobre el Kun: se ha perdido, no llegará a nada, no era para tanto... ¡Frenen! El chaval cumple 19 años el sábado y, sí, seguramente haya salido demasiado, le hayan seducido las luces de ciudad, Madrid es Madrid... El fútbol está plagado de casos así entre sus más jóvenes prodigios, casi todos con una rápida y total solución. Y sé que me van a hablar de Maradona, pero ese es un ejemplo entre mil en el que todo lo que pudo ir mal fue peor. Además, busquen un solo napolitano que no agradezca cada lira que pagaron por él. Agüero no está ni de lejos tan torcido, sólo es un niño de 19 años buscando su sitio. Como hemos hecho todos. Y posee tanto talento que no tener paciencia no sería un error, sería un pecado. Dejémosle crecer y habrá recompensa. Seguro.