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Robinho coge el tren de Cádiz

Robinho y Van Nistelrooy, el principio y el fin del tercer gol del Madrid, dos sinfonías incompletas pero decisivas en este arreón final. Quizá lo mejor del clavo ardiendo. Robinho aún no ha roto a figura mundial, pero ha invertido el proceso de denilsonización con el que amenazaba. Sin bajarse de la bicicleta, ha hecho cuerpo con el equipo en la medida en que puede hacerlo un jugador así, dinámico, improvisador, driblador, caótico a ratos. Ayer, en los malos momentos del Madrid (que los hubo), fue una gacela en medio de la manada de elefantes, la única opción de sorpresa. Le queda para septiembre tomar correctamente la última decisión, porque los números no engañan: 73 intervenciones en el duelo, 16 regates, diez internadas... y ningún remate. Aún así, está más cerca que nunca de aquel debut con burbujas en Cádiz.

Al otro lado del mundo juega Van Nistelrooy, que sólo aparece al final del pleito. Y ahí es inapelable. Para él, el fútbol es un deporte a un solo toque y si es posible, se apunta al último. Ayer remató tres veces, hizo un gol y cocinó otro con mano de pícaro. Suma siete dianas en los últimos cinco partidos, los victorinos de esta Liga. No enamora, pero se le coge miedo.