La fuerza del estadio Bernabéu
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Desde hace un mes el socio del Madrid está convencido de que se va a ganar la Liga. Incluso cuando el equipo estaba aún en desventaja con el Barça. Por eso llena el campo, perdona fallos y no para de animar. Hay que aparcar rencillas. Ayer lo percibí de nuevo cuando el Depor empataba en la segunda parte. Ni un silbido. Y eso que el equipo ha recibido seis goles en los tres últimos encuentros, sin explicarnos nadie por qué ha salido del equipo Helguera. Se notó también cuando cambiaron a Robinho. Ovación de gala para premiar su mal partido. Quedó claro cuando miraban para otro lado cada vez que Diarra perdía un balón en el centro del campo. Esos pequeños detalles son los que dan serenidad y confianza al grupo.
Y como en Huelva, el trío Ramos, Beckham y Van Nistelrooy bastó para doblegar a un pundonoroso Deportivo. Lo del inglés sigue siendo de traca. Ahora nadie mira con lupa si el Madrid juega mejor o peor. Sobra con ganar. No sería justo obviar el trabajo de Raúl, criticado con acidez desde esta columna. Ayer fue el que más se contagió del clima de euforia y su generoso esfuerzo para buscar un balón imposible posibilitó que Ruud sentenciara. Esa jugada tiene más valor incluso que el gol que marcó antes. Si hay que estar en contra de que nadie tenga un puesto vitalicio por su impresionante palmarés, sería igual de injusto ocultar sus méritos porque no haya tenido una brillante temporada.




