Pobres aprendices de brujo
Tengo muy buenos amigos del Atlético de Madrid. A decir verdad, más que del Real Madrid, quizás porque uno gusta de disfrutar de lo diferente y cultiva la contradicción y el apego a almas selectas, aunque no sean gemelas. Pero además, durante muchos años, la dictadura nos dejó en herencia algunos regalos envenenados que no hemos sabido quitarnos de encima. Entre todos ellos, hay dos que me hacen sufrir especialmente por inútiles y sin sentido. Se trata de esa idea, supuestamente progresista, que asocia ser de izquierdas con nacionalismo y al Madrid con el franquismo, y por tanto el antimadridismo con el antifranquismo. Así que los que ya pasamos de los cincuenta, y no necesitamos de memoria histórica, simplemente porque aún la conservamos sin adjetivos y en buen uso, observamos atónitos cómo la izquierda, o lo que sea, apoya gobiernos ultranacionalistas en Cataluña y el País Vasco. Si aquellos brigadistas internacionales levantasen la cabeza se morirían del disgusto. Parafraseando a Lenin podría decirse que es la enfermedad infantil de un izquierdismo de salón. Respecto al Real Madrid hace tiempo que Relaño nos enseñó cómo en tiempos de Franco, mientras el Madrid se ganaba el merecido respeto de los campos de Europa, en España ganaba la Liga el Barça y, a lo mejor, merecidamente.
Pero tal dato casa mal con los favores franquistas, a no ser que se piense que Franco mandaba en Europa. Los que de verdad fuimos antifranquistas y hoy somos demócratas tan convencidos como sólo te hace serlo el haber conseguido la democracia luchando, sabemos que es una torticera invención para intentar denigrar un historial conseguido en buena lid en los campos de fútbol de todo el mundo. Esto viene a cuento del debate registrado la semana pasada respecto al partido trascendental vivido entre el Atlético y el Barcelona. Algunos notables atléticos, quizás medio en broma, defendían el que su equipo debía dejarse ganar con tal de que el Madrid perdiese la Liga. Una semana después del 0-6 ya sabemos los resultados de tal boutade: una herida que tardará en curar y es posible que con resultados catastróficos para un club al que, aún siendo del Real, tengo mucho cariño. Lo siento por mis amigos Pancho Varona, Javier Ortega o Pepe Rey. Pero todos los que olvidaron, aunque fuese en broma y por un minuto, que la base del deporte es precisamente el juego limpio, jugaron a ser pobres aprendices de brujo, como canta otro notable atlético, Joaquín Sabina, y hoy son en buena medida culpables de un club desangrándose. Deberían tenerlo en cuenta para la siguiente vez. Y, por cierto, a pesar de sus "favores", el Madrid sigue dependiendo de su esfuerzo. Aunque pierda la Liga no sentirá tanta vergüenza.
Sebastián Álvaro es director de 'Al filo de lo imposible'.