Jugar con soldaditos de plomo
No veo el momento de que se alíen los astros y mi agenda para pasarme por Valencia a visitar un museo que ayer abrió sus puertas. L'Iber se encuentra en el palacio Malferit, en pleno casco antiguo de la capital levantina y atesora la mayor colección de soldaditos de plomo del mundo. Uno, que es feliz poseedor de una modesta colección de estas pequeñas obras de arte, en especial soldados de las guerras napoleónicas en el frente ruso gracias a una ya antigua complicidad con un artesano (o mejor, artista) de origen ruso afincado en Turín, no puede por menos que felicitarse de que sea en nuestro país donde se abra este museo, gracias al impulso de la familia Noguera. Estas figuras no son sólo un objeto de colección o meros juguetes sino que atesoran en sí mismas importantes lecciones de historia. Cuentan que Napoleón era gran aficionado a estos soldaditos y siempre le acompañaban. Los usaba como pisapapeles para evitar que los mapas se plegasen sobre sí mismos cuando estudiaba estrategias o para hacerse una idea cabal de la disposición de fuerzas y cómo moverlas sobre el terreno.
El pequeño corso sabía lo importante que resulta para triunfar en una empresa incierta tener una visión global de lo que te espera y de las fuerzas con las que cuentas. No sé si la fama de estratega y férreo organizador de estilo cuasi militar de Capello le lleva a ser aficionado a los soldaditos de plomo, pero los resultados parecen estar dándole la razón frente a sus críticos. No hace mucho defendía con un amigo que, sin ser un juego espectacular el que despliega el Madrid, al final de la temporada parece que Capello, al menos, ha puesto cierto orden dentro del vestuario mientras que en el del Barça comienzan a vislumbrarse grietas parecidas a las que hundieron a los galácticos. Decisiones como prescindir de Ronaldo han acabado por resultar acertadas, independientemente de que se piense que fue vendido a precio de ganga. Parece cierto que valores como el esfuerzo colectivo o la disciplina son esenciales para un juego de equipo y aunque es cierto que en ocasiones un artista decide la contienda, no lo es menos que es el valor del grupo el que gana los títulos y el que marca generaciones, sea la del Buitre o la de Di Stéfano. Y que es preferible un equipo que se comporte como una piña y sepa sufrir, sin resquebrajarse, que estrellas inconstantes que se entrenan al ritmo que les marcan sus compromisos comerciales. Dar ejemplo y ser exigente es tan importante como saber ser flexible y rectificar. Creo que Capello lo ha sido. En el fondo, un diorama con soldaditos de plomo o un campo de fútbol son metáforas, incruentas, de una batalla. Los soldaditos de Capello todavía tienen que pisar seis de esas metáforas para que su juego termine en triunfo. Ojalá nos acompañe la suerte.