España, eliminada de la Davis

Tomás de Cos

Tal y como nos temíamos en las últimas líneas del post anterior, Estados Unidos hizo buenos los pronósticos y finiquitó con solvencia (4-1) el envite frente a España disputado en Winston-Salen. El equipo de Patrick McEnroe tan sólo cedió un punto, el que sirvió para dar descanso a Roddick, premiar al gemelo zurdo Bob Bryan y "recuperar" a Tommy Robredo para la causa.

Ninguna sorpresa por tanto sobre la rápida superficie del complejo de Carolina del Norte. Y ningún pero tampoco para los chicos de Emilio Sánchez Vicario. Mención especial para Verdasco y Feliciano, que saldaron con nota, pese a la derrota, el punto del dobles. Los gemelos Bryan, dedicados en cuerpo y alma a la especialidad del dobles (casi un deporte distinto), son sencillamente imbatibles. A una hipotética pareja formada por Federer y Nadal también le tocaría contemplar los saltos con choque de pecho y felicitar a los hermanísimos con un incómodo "bien jugado".

Pero resultados al margen, y tratando de no buscar excusas a una derrota inapelable, la ITF debería barajar medidas para evitar las notables ausencias -las de los dos primeros de la lista ATP son dos ejemplos muy recientes- en la más prestigiosa competición por equipos. El tenis es un deporte básicamente individual, al menos en la conciencia del aficionado. Una sensación agravada desde el histórico y fallido intento de separación del circuito de dobles, y la propia esencia misma de la Copa Davis, que se disgrega, hasta casi pasar desapercibida, a lo largo de la temporada.

El diario AS informa de que la Davis repartirá puntos ATP para evitar fugas y que la misma ITF aprobará la medida en su asamblea de junio. Una decisión que busca dar un aliciente extra a las principales raquetas para que se involucren más con sus equipos nacionales. Sin embargo, la medida aunque bienvenida se antoja escasa. Porque es mucho dinero el que hay en juego y el circuito es demasiado apretado. No es de extrañar que los jugadores, que se pasan casi todo el año fuera de casa, utilicen las fechas de la Davis para tomar aire, fijar objetivos y recuperarse de lesiones.

Ganar la Copa Davis es una empresa muy complicada. El hecho de que hasta mediados del siglo pasado tan sólo estadounidenses, australianos, ingleses y franceses lo hubieran logrado da fe de ello. En las propias peculiaridades de la competición está la respuesta. Hasta 1971 el campeón entraba en liza únicamente en la final, en casa y eligiendo superficie. Y aunque desde entonces ya compite igual que el resto, se mantiene vigente la potestad del anfitrión de elegir el tipo de cancha. Una ventaja insalvable la mayor parte de las veces.

El tenis es el único gran deporte que mantiene superficies de competición (tierra, hierba y duras) y especialidades (individual y dobles) radicalmente distintas en la misma temporada. Esta característica le hace especial y da oportunidades a todos, pero en el caso de la Copa Davis la picaresca se utiliza hasta el extremo. Aunque es parte de la gracia de tan original competición sería conveniente una estricta estandarización de las superficies (básicamente duras) para no conocer el resultado de las eliminatorias desde el mismo día del sorteo. Buscarle un hueco específico para la disputa del grupo mundial, como se hace con la Copa Federación o la Copa Masters, sería otra opción a tener en cuenta aunque ello lleve implícito la unificación anual (fuera por sorteo o rotatoria) del escenario y la superficie de juego.

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