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Películas de piratas legendarios

Este diario ha tenido la estupenda iniciativa de ofrecerles una colección de películas de piratas. Entre todos los géneros que el cine ha visto crecer pocos serán los que me contradigan si digo que las pelis de piratas eran (y últimamente son, gracias al inestable Jack Sparrow y su 'Perla Negra') de las más divertidas. Nos sentábamos en las butacas del cine como quien se enrola en una goleta y allí nos pasábamos la tarde y podíamos dejar volar la imaginación entre palabras extrañas (¿quién sabe qué significan botavara, foque, mesana, batayola...?), cañonazos, abordajes, tesoros enterrados en remotas islas y preciosas hijas de gobernadores, tan propensas a ser secuestradas por un apuesto capitán y cofrade de los Hermanos de la Costa. Claro que hay enormes diferencias entre el temible burlón que interpretó Burt Lancaster o el capitán Blood de Errol Flynn y los piratas de verdad. Tipos desesperados que engañaban el miedo con ron y sobrellevaban una miserable vida siempre en peligro por las enfermedades, la furia del mar o la bala y la soga enemigas.

Piratas como el Olonés, cuya valentía sólo es comparable a una brutalidad que hace pensar en una psicopatía homicida. Baste señalar su gusto por arrancar el corazón de sus prisioneros aún vivos para darle una buena dentellada. O Monbars, 'El Exterminador', quien sentía un odio visceral (nunca mejor dicho) hacia los españoles. Cuentan que en una ocasión abrió el estómago de un prisionero y le extrajo un trozo de intestino que clavó al palo mayor de su barco. Luego le acercó la llama de una antorcha al trasero para obligarle a correr y así ver cómo se desliaba su paquete intestinal sobre la cubierta.

Pero no son estos brutales desesperados los protagonistas de las películas que podemos conseguir con AS, sino los héroes de aventuras marineras de ficción que, como señala Fernando Savater (hoy, más que nunca, todos somos Savater) a propósito de 'La Isla del Tesoro', simbolizan la aventura más perfecta, la aventura absoluta. De ella se nutrieron Defoe, Salgari, Verne, Stevenson, Irving, Scott, Conan Doyle, Melville y tantos otros genios que hicieron a los piratas inmortales. Aquellos seres movidos por la codicia y la falta de escrúpulos adquieren en el celuloide un halo mítico y hasta idealista: la verdadera aventura del mar, y se convierten en adalides de una vida sin Dios, Rey ni Patria, que en realidad, como nos descubre el escritor chileno Roberto Bolaño, no significan otra cosa que Miedo, Amo y Jaula.