Luis lo sigue pasando muy mal

El pasado martes me encontré casualmente con un familiar de Luis. Me dijo sin ninguna acritud: "Mira que le estáis zurrando al míster, échale una mano si puedes". Era sangre de su sangre. No quiero ni pensar lo que estará sufriendo Pepita, su mujer. Y ustedes, tras no pasarlo bien tampoco ayer, en el partido contra Islandia, dirán: "Pues si tan incómodo le resulta, que se vaya". Si fuera así de fácil, ya lo habría hecho. Si no estuvieran ahí Ufarte o Paredes, hubiera arrojado la toalla. Porque cuando las cosas se tuercen, se tuercen de verdad. El diluvio de ayer en Palma fue un enemigo inesperado en la noche de ayer. Ya no eran nervios, ni ansiedad, ni mal juego, era una tromba de agua que favorecía al equipo que estaba fortificado en su área.

Pero en Mallorca volvimos a constatar que no todos los problemas son de banquillo. Luis se ha percatado hace tiempo. A esta Selección le falta un líder que mande fuera del campo. Raúl nunca fue el mejor relevo generacional de Hierro en ese apartado. Tampoco estamos sobrados de gol, pese a la generosa aportación de Villa y Morientes. Sólo hay que mirar la tabla de goleadores en la Liga. Los cinco primeros siempre son jugadores foráneos. Y, por último, la autoridad de Aragonés se desplomó ante la opinión pública después de lo acontecido tras el Mundial. Con todas esas carencias nos toca lidiar y, como ayer ante Islandia, iremos con la lengua fuera hasta el final para arañar, ojalá, el segundo puesto de grupo para ir a la Eurocopa.