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Senderos de la Isla bonita

Les escribo estas líneas desde uno de los paisajes más bellos de la Tierra. Me encuentro en la Isla bonita, la isla de La Palma. He venido a apoyar la difusión de su sistema de senderos, que es pionero en España. En este rincón de nuestro país han optado con firmeza por eso de lo que tanta gente habla y tan poco practica: el desarrollo sostenible. Después de pasar buena parte de mi vida viajando por las grandes montañas y recorriendo algunas de las zonas menos conocidas del planeta, he llegado a la conclusión de que pocos ejercicios son tan placenteros y saludables, para el cuerpo y el espíritu, como descubrir los paisajes caminando. Cuando nos encontramos caminando por un valle del Himalaya, el desierto de Taklamakán o, como ahora, caminando por la Ruta de los Volcanes y la Caldera de Taburiente, recuperamos nuestra estatura real dentro del mundo que vivimos. Y nos sentimos mejor. La gente que camina entiende y comprende el paisaje a escala humana y por eso lo ama y lo defiende. Como escribió el gran alpinista británico Geoffrey Whinthrop Young, a los caminantes siempre nos quedará soñar con los celestes senderos, aquellos que nos hacen disfrutar de los últimos paisajes sin contaminar de nuestro planeta.

Nada hay más natural y sano que caminar. Es la mejor alternativa al turismo clásico que ha destruido los últimos paisajes de España y ahora da severos síntomas de agotamiento. Tenemos unas piernas, un corazón y una cabeza que exigen ser ejercitados. Pero es que además, los paisajes tienen la cualidad de transmitirnos una serie de emociones y sentimientos que influyen en nuestro estado de ánimo. De la misma forma que un paisaje degradado y contaminado nos contamina el cuerpo y el espíritu, un paisaje bello y limpio nos transmite energía y optimismo, aviva los sentidos y tranquiliza el espíritu.

Ahora más que nunca tenemos necesidad de añadir a nuestra vida espacios salvajes, que apenas quedan ya, y sentimientos esperanzadores. Ni el Tíbet misterioso ni los Pirineos. Ni Lhasa ni el valle de Espelunciecha se merecen lo que les han hecho. Pero, menos aún, se lo merecen nuestros hijos que ya no podrán conocer su belleza y misterios robados. De ahí la importancia que tienen iniciativas como la que se lleva a cabo en La Palma, que protegen un bien común y nos animan a vivirlos de una manera responsable. Porque paisajes como los de la Isla Bonita tienen la capacidad de conmover nuestra cabeza y nuestro corazón, nos ofrecen paisajes que nos hacen sentir la grandiosidad de nuestro planeta y nuestra propia fragilidad.