Una farsa llamada Capello
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Casillas se muerde el labio, Capello cuchichea como una comadre con sus vecinos de asiento, Calderón con cara de funeral. Ese era el panorama a los cinco minutos de partido. Antes Velázquez confesaba en el Plus que no le gustaba la alineación de su equipo. Normal. Sé que el técnico no es culpable de la torpeza de Roberto Carlos, ni del despiste colectivo del inicio. Pero sí de plantear un partido para amarrar, de insistir en un Emerson que se esconde, de marear cada semana a los jugadores con cambios de posición. Uno no puede ir a Múnich blandiendo el cartel del miedo.
Lo irritante es que el peor Bayern de la última década le hizo dos goles y una docena de ocasiones. Lo patético es que a la media hora tengas que cambiar tu rácano planteamiento. Esto ha ocurrido otras veces durante la temporada pero, la fortuna, los empates de chiripa y las cortinas de humo con quejas sobre la actuación arbitral o el pundonor que puso el equipo, distorsionaban la realidad. Entiendo el cabreo que deben tener los socios del Madrid. Partido regalado, siete meses tirados por la borda, cien millones a la basura. Aunque tampoco hay que dramatizar. Mijatovic sigue defendiendo que éste es un proyecto a largo plazo, a muy largo plazo.




