Echan al público del estadio

Es tan pírrico el juego del Madrid que frente al Getafe, con la ausencia de Emerson y Cannavaro, pareció que la cosa mejoraba un poco. Falso espejismo. Ayer tocaba volver a jugar por las bandas y a apostar por los noveles. Nadie ve la realidad de un equipo que no cree en su entrenador. Se nota en la falta de movilidad de los jugadores, en lo quebradiza que es la moral ante una adversidad, en la ausencia de ambición cuando sus rivales se ponen a tiro. Se percibe en la actitud del público, que apenas protesta y se limita a abandonar sus localidades quince minutos antes del final aunque el resultado esté ajustado.

Por buscar algo positivo, parece que la melancolía de Robinho va desapareciendo. Se ve cierto crecimiento en Gago a la hora de organizar y, para tranquilidad de Casillas, Helguera reivindica cada partido el dorsal seis que le robaron impunemente. Eso, y la feliz aparición de Torres, sostienen a un equipo desmembrado. La agonía se traslada a Múnich, y si suena la flauta, al Camp Nou el sábado. Cuanto más aguante Capello, más desgaste para los que apostaron por él, poniendo en peligro incluso la planificación de la próxima temporada. Apostar a caballo perdedor y a tan corto plazo, no puede salir bien. Al tiempo.