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El Niño ha aprobado su examen final

Fue la mejor noticia que nos dejó el fraudulento derbi. La impericia de un pseudoárbitro y el tradicional infortunio con el que nos castiga el destino, impidieron que el marcador reflejara el vapuleo al que les sometimos. Todas las frustraciones, sin embargo, quedaron compensadas con el gol de Torres. Fue mucho más que un gol. La explosión de júbilo a la hora de celebrarlo reflejaba la ansiedad que provocaba a un jugador de su nivel no haber logrado perforar todavía la portería del más rival de los rivales.

Estoy seguro que no hay gol que le haya hecho tanta ilusión. Hay que ser atlético hasta la médula, como es el caso de Torres, para entender lo que significa ganar al Real Madrid. Me satisfizo además, sobremanera, que lo hiciera de un disparo raso y preciso desde el borde del área. Los que le cuestionan como rematador, seguro que desde ahora estarán más calladitos. Ahora sólo le falta volver a meter un penalti con la solvencia con la que solía hacerlo para que le dejen tranquilo los mismos agoreros de siempre. Torres puede que en ocasiones no tenga su día, algo que nos puede pasar a todos, pero lo cierto es que nunca nos ha fallado.