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El Niño contra sus demonios: puro drama

Las espinas clavadas mueven el mundo, estoy convencido de ello. A menudo te ciegan, es cierto. Te hacen equivocarte, cerrar los ojos a la realidad, imaginar mil y una situaciones ficticias en las que todo sale perfecto y que jamás se producirán. Y una y otra vez chocas contra un muro invisible para ti, que el resto del mundo ve clarísimo. Pero te levantas del suelo y acudes de nuevo a la batalla perdida. Y resulta heroica esa insistencia irracional, esa fe, esa lucha inquebrantable contra las circunstancias, la sensatez y el mundo. Tal vez contra tu destino. Hoy Fernando Torres vuelve a la carga frente a todos sus demonios: el Madrid, Casillas, quizás hasta un agónico penalti decisivo en plena crisis de confianza desde los once metros.

Y creen que se esconderá? Ni lo sueñen. El Niño, cual Quijote, cargará una y otra vez esta noche contra lo que se le ponga por delante, fielmente acompañado por su escudero, Sancho Agüero. Así se lo exige la épica del antihéroe, papel que involuntariamente ha asumido en estos clásicos y que convierte en anécdota casi todas las demás pequeñas historias del derbi. La duda estriba en saber si delante tendrá molinos que le volteen o ricos mercaderes relajados a los que pasar por encima (y Cannavaro y Helguera son hoy más las alegres comadres de Windsor que imponentes centrales). ¿Será esta la noche del final feliz? Torres frente a Iker, tensión desatada, el tiempo que se para, gol decisivo, el estallido que sucede al silencio sepulcral de la incertidumbre... Me dirán que he visto demasiado cine. Cierto, y demasiado fútbol. Y he aprendido que se parecen maravillosamente. Y en ambos se suele acabar haciendo justicia. ¿Por qué no hoy mismo?