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Ali contra Frazier y gana el derbi

Si Enrique Cerezo no fuese productor de éxito y presidente del Atlético, dos funciones que a la mayoría de los humanos no nos dejarían tiempo para respirar y a él ni le arrugan el traje, podría ganarse la vida como animador de bodas y bautizos. Le sientas en cualquier mesa y se convierte en el rey, por mucho que esté Roncero, siempre crecido cuando hay cocido de por medio. Cerezo genera tan buen rollo que cuando lanza una puyita el aludido siempre se ríe. Y conste que no para, porque ha hecho de la fina ironía una forma de vida. Con él no hay que leer entre líneas, hay que vivir.

En encuentros como el de ayer, Cerezo es un Muhammad Ali educado: lengua afilada, rapidez de reflejos y elegancia innata. Pero para lucir en todo su esplendor necesita un encajador de similar talento y Ramón Calderón lo es. Sabe recibir las bromas y, de vez en cuando, suelta un buen directo al mentón del rojiblanco. Y estos preclásicos se convierten en un divertidísimo combate entre dos hombres con sentido del espectáculo. Como Ali y Frazier, que encendían al público y luego se iban tan amigos. Ellos entienden lo que supone un derbi, recemos porque se lo expliquen a Aguirre y Capello.