David desea conquistar los EE UU

David desea conquistar los EE UU

Durante una charla distendida con unos amigos a los dos días de confirmar su fichaje por los Galaxy de Los Ángeles, alguien se atrevió a sugerirle a David Beckham que igual se había ido a los Estados Unidos un par de años demasiado pronto. El futbolista inglés no respondió ni que sí ni que no, que es como decir que sí porque el que calla otorga, pero hizo una pregunta que detuvo para siempre las dudas de la pequeña audiencia de sus íntimos. De hecho, tras oírle, nadie volvió a cuestionar su decisión que, más que futbolística, fue finalmente muy vital: "¿Cuándo fue la última vez que me viste reír en un campo?", fue la respuesta-pregunta de Beckham. No se trataba exactamente de una queja, sino del peso de una crisis institucional que ha afectado a los que pisan el césped del Santiago Bernabéu los fines de semana. Así que, puesto ante la tesitura, decidió irse a los Estados Unidos para volver a jugar como si estuviera en un parque: casi sin presión y para volver a disfrutar del fútbol de nuevo, como lo hacía antes.

Desde el momento en que anunció su marcha del Real Madrid se ha iniciado una campaña de desprestigio sobre la cual Beckham puede hacer muy poco. Nadie ha dicho nunca que fuera el mejor futbolista del mundo, pero ahora se le niega hasta su valor en el campo, pese a haber ganado muchísimas cosas con el Manchester United. Así que, mientras se recupera de su lesión y espera entre escéptico e impaciente la decisión de Fabio Capello sobre su regreso al equipo, mira a otro lado, al mañana. Y se sorprende del extraordinario interés que su llegada despierta en los Estados Unidos. Sabe que su vida será diferente, que sus esfuerzos se dirigirán tanto hacia el ahora (lo previsto es que juegue de mediocentro en el Galaxy) como hacia el mañana, para cumplir otros sueños infantiles que no sólo tienen que ver con el fútbol. Quiere conquistar un país que nunca se ha sentido demasiado atraído hacia el deporte rey y, pese a que las envidias nos quieren hacer creer otra cosa, es una oportunidad que nadie hubiera rechazado.