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Los efectos del cambio climático

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En el año 2005 atravesamos el desierto líbico y pude adentrarme en la famosa Cueva de los nadadores descubierta por el conde Almasy. Sus pinturas rupestres nos hablan de la precariedad de nuestro éxito como especie en la Tierra. En el mismo lugar que hace unos pocos de miles de años se desarrolló una rica civilización hoy no queda ni una brizna de vida. Lo único que ocurrió es que se secaron las fuentes que la hacían posible. Deberíamos recordarlo, antes de seguir cometiendo torpezas que ponen en peligro nuestra pervivencia como especie. El cambio climático es una amenaza a nuestra civilización, que surgió hace unos 13.000 años, gracias, según todos los indicios, a unas benignas condiciones climáticas. Aunque ahora se nos haya olvidado, rodeados de máquinas y artilugios que también nos aislan del medio natural, en realidad somos muy vulnerables a un pequeño cambio climático. Que en un país como el nuestro, tan cercano al desierto, sediento desde tiempos inmemoriales, no tenga un plan sobre el agua en un futuro cercano, parece una necedad que pagaremos cara. Desde hace tres o cuatro años los datos sobre el cambio climático son cada vez más alarmantes. Baste recordar que la mitad de la energía generada desde la Revolución Industrial ha sido consumida en los últimos veinte años. En 2002 el consumo de combustibles fósiles liberó un total de 21.000 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Y ya se ha demostrado la relación de estos niveles de CO2 con el calentamiento global.Los informes científicos de los glaciares de Groenlandia nos confirman que se están derritiendo unas diez veces más rápido de lo previsto. Pero no necesitamos a los científicos para saber que el aire que respiramos, sobre todo en las ciudades, cada vez está más contaminado. Ni que, como ahora mismo está ocurriendo, el invierno comienza más tarde y dura menos. Nieva menos; tenemos menos disponibilidad de agua en las montañas; la primavera llega antes; los veranos son más calurosos y los desastres naturales afectan a más personas. En una palabra, todo eso lo sabemos por nuestra propia experiencia. Y sin embargo seguimos mirando para otro lado, envueltos en necias discusiones, sintiendo cómo se nos escapa el tiempo y el futuro de nuestros hijos. Como ha dicho James Lovelocck, uno de los más prestigiosos pensadores ecologistas: "A menos de que ahora pongamos freno, no hay duda de que condenaremos las vidas de nuestros descendientes. Si seguimos demorándolo otros cuarenta o cincuenta años, ya no tendremos ninguna oportunidad y todo volverá a la edad de piedra. Seguirá habiendo algunos humanos. Pero la civilización desaparecerá."

Sebastián Álvaro dirige Al Filo de lo Imposible, de TVE.