Un buen guía para la aventura
Lo de salir de vinos y tapear, al mismo tiempo que se charla, es una saludable costumbre que ha llegado a los Alpes. Lo comprobamos en un local de Courmayeur junto a la excelente compañía de unos guías locales que literalmente se ganan y pasan su vida en la montaña. En verano acompañan a clientes en escaladas y en invierno se calzan los esquís para impartir clases, además de asumir otras funciones como los rescates de esquiadores accidentados. Mientras charlábamos con Mateo Pellin, un guía valdostano, del trabajo y de las montañas que llenan el paisaje circundante, se me iba la vista hacia la plaza de este pueblo del valle italiano de Aosta donde se levanta un monumento singular. No está dedicada a un guerrero famoso ni siquiera a un prócer local. Está ahí para homenajear la memoria de unos simples guías de montaña, como los amigos con los que tapeábamos. La erigió, cuando comenzaba el siglo XX, el Duque de los Abruzos a Ollier y otros dos compañeros, desaparecidos entre los hielos del Océano Glaciar Ártico.
A su lado se encuentra un busto de otro auténtico cocinero del César de los que hablaba Bretcht en su poema a cerca de los hombres anónimos sobre los que se han apoyado los grandes personajes de la Historia. Y sin duda Giuseppe Petigax fue un fiel, competente y generoso compañero de aventuras para el Duque explorador. Desde que se conocieron en estos riscos alpinos, vivieron increíbles aventuras por medio mundo. Del monte San Elías al Chogolisa, de Alaska al Karakorum. Muchos son los colegas de Petigax cuyo nombre y talento está asociado a las gestas alpinas, aunque no siempre veréis sus nombres en las crónicas; con frecuencia la memoria humana se demuestra tan flaca como su generosidad para reconocer méritos ajenos y compartir un pedazo de gloria. Sólo los más grandes son capaces de reconocer las limitaciones propias y el valor del esfuerzo ajeno para lograr el objetivo común.
Lo demuestra así esta estatua dedicada al gran Petigax, en torno a la que bulle la vida de este hermoso pueblo valdostano. Como dijo alguien que no recuerdo ahora, la suerte es una bendición pero, a veces, es sobre todo una conquista. Así que me parece un buen deseo para el año que entra que triunfen en esa conquista. O, al menos, que encuentren un buen guía con el que compartir esa aventura. Feliz 2007...
Sebastián Álvaro es el director de Al Filo de lo Imposible.