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El último gran desafío

Allí estaban los siete. Uno cree vislumbrar las miradas a hurtadillas de los cuatro franceses hacia Walter Bonatti mientras intercambian saludos con los tres italianos y debían pensar, parafraseando al Rick de Casablanca: "De todos los refugios que hay en el mundo han tenido que venir a éste". Pero es que desde aquel refugio se podía acometer el último gran desafío pendiente en los Alpes: el Pilar central del Freney. Corría el año 1961 y aquellos 7 hombres representaban la vanguardia del alpinismo europeo. Los italianos dirigidos por Walter Bonatti, considerado el mejor alpinista de su generación y en el culmen de su carrera deportiva; los franceses liderados por Pierre Mazeaud, uno de los más bravos y fuertes escaladores de los Alpes. Ambos grupos, de forma independiente, se han propuesto ese verano ser los primeros en escalar esa vía. Los primeros momentos tras el encuentro debieron ser tensos, pues todos saben que la repercusión de un posible éxito tendrá la envergadura propia de una gran hazaña alpina. Sin embargo, cuando Mazeaud vio a Bonatti decidió que colaborarían en un único intento que, con gente tan competente, tiene muchos visos de triunfar.

De hecho, consiguen ascender 900 metros de pura verticalidad con cierta rapidez. Pero entonces hace acto de presencia quien todo lo decide en la montaña. Se desata una furiosa tormenta, primero con rayos que fulminan a uno de los franceses y luego una tempestad de nieve que dura cinco días, algo absolutamente inusual en los Alpes en pleno verano. Tras aguantar todo lo que pueden, Bonatti comprende que lo que está en juego ahora es su propia vida y lidera un descenso escalofriante más allá del límite de lo posible.

Sólo tres alpinistas consiguieron regresar con vida: Bonatti, su compañero Gallieni y Pierre Mazeaud. Pero su descenso a los infiernos no había hecho más que comenzar. Salieron a la palestra opinadores y expertos de toda laya dispuestos a repartir méritos y castigos. El peor parado fue Walter Bonatti, culpabilizado de la muerte de Oggioni. Debió abandonar apresuradamente su entierro por la actitud agresiva de unos cuantos individuos que no sabían que Bonatti estuvo horas aguantando la cuerda de la que pendía su gran amigo y sufrió graves congelaciones por ello. De aquel drama ya sólo quedan algunos libros y los ecos amarillentos que hemos rodado en la hemeroteca de Aosta.

Sebastián Álvaro es el director de Al Filo de lo Imposible