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Una empresa aventurada

Qué tienen en común un alto ejecutivo de una empresa multinacional y un aventurero? Nada y mucho. Bien es verdad que los crampones, el piolet y las gafas de ventisca no forman parte precisamente del fondo de armario de un ejecutivo y nada puede estar más alejado de una ladera helada y barrida por el viento que un confortable despacho en un edificio "inteligente". Como también me malicio que no hablamos de lo mismo cuando nos referimos a los nocivos efectos del aire enrarecido en el que solemos movernos; pero no es menos cierto que hay muchas lecciones, nacidas de la experiencia en condiciones extremas en la naturaleza más salvaje, que nos resultar muy útiles a todos en la vida cotidiana. Al menos, eso es lo que me transmiten en los encuentros con ellos a los que con frecuencia soy invitado para hablar de mi experiencia al frente de Al filo de lo imposible.

Este tipo de reuniones entre responsables de grandes empresas y deportistas destacados -en especial provenientes de deportes de equipo- son cada vez más frecuentes hasta el punto de haberse incorporado al "plan de estudios" de muchas cúpulas dirigentes empresariales. De acuerdo con mi propia experiencia, lo que más interés concita en este tipo de encuentros son los entresijos del trabajo en grupo en pos de un objetivo compartido. Lo que les cuento es que no hay nada en los objetivos que nos proponemos que no hayamos aprendido, a su vez, de los grandes aventureros que nos precedieron. Uno de los grandes pilares del progreso humano se basa precisamente en la transmisión cultural, en aprender de la experiencia de otros, por más que tantas veces los gobiernos nos transmitan la sensación de que nos somos capaces de aprender de los errores ajenos.

Por eso leer los relatos de las expediciones de Amundsen y Scott es el mejor aprendizaje también para saber cómo liderar una empresa de forma eficiente, como fue el caso del noruego, o cómo conducirla al desastre, que es lo que hizo el capitán Scott. Más que recetas mágicas o esotéricas relaciones entre aventuras de tan distinta raigambre y objetivos, lo que en el fondo une a aventureros y deportistas con ejecutivos empresariales es la necesidad de esquivar lo más peligroso de la humana condición, o al menos lo que más daño hace a sus subordinados, la persistencia en el error.

Pues, como le oí decir a un alto responsable de una empresa multinacional de informática "la diferencia de nuestra empresa con respecto a las demás es que aquí un error sobre un determinado asunto sólo se comete una vez". Y hay que reconocer que eso resulta de lo más útil, estés en el piso doce de un rascacielos o a 8.000 metros en una montaña.

Sebastián Álvaro es el director de Al Filo de lo Imposible de TVE.